Madrid Rastro

Menu

Madrid Rastro

Olvídate de ir a misa: los domingos por la mañana en Madrid son para el mercadillo del El Rastro.
Esta ya antigua tradición madrileña se remonta al siglo 15, aunque su forma ha ido cambiando a lo largo de los siglos. Hoy en día, muchos lo consideran caro e insoportablemente desbordado de gente. Pero aún así se puede disfrutar –y mucho- de la experiencia.
Te ofrecemos algunos consejos para aprovechar El Rastro al máximo:
El Rastro Market

  • Llega tan pronto como te sea posible. El rastro abre al amanecer y cierra sobre las 2pm. Las últimas horas acostumbran a estar insoportablemente llenas de gente, especialmente con el buen tiempo.
  • No lleves nada de valor, especialmente pasaportes y tarjetas de crédito. Los hurtos están a la orden del día, así que vigila bien tus pertenencias.
  • El encanto de este mercadillo, tanto o más que para comprar, consiste en vivir su atmósfera.
  • Atrévete con los siempre llenos y pequeños bares de cañas, para cerveza y platos como sardinas fritas, pimientos de padrón y calamares fritos. "El Cruz," en la Plaza de Cascorro, es todo un clásico.
  • Si te cansas de las aglomeraciones del Rastro, escápate por el anexo del mercado hacia la Plaza de la Paja y la Plaza de San Andrés. Aquí encontrarás una amalgama de hippies y extranjeros de lo más cool, disfrutando del sol o, si hace frío, acurrucados en algunos de sus magníficos bares.
  • No esperes poder regatear demasiado. La afluencia de turistas va convirtiendo el El Rastro, más que en un mercado marroquí, en un centro comercial.
  • Entérate de dónde encontrar aquello que buscas…

El Ratro marketPlaza de Tirso de Molina: tenderetes políticos, principalmente grupos anarquistas y comunistas vendiendo libros y banderas.

Plaza de Cascorro: entrada principal al norte de El Rastro, donde encontrarás un poco de todo. Flores, ropa, souvenirs, joyas, alfombras... al final de Ribera de Curtidores.

Para antigüedades: adéntrate al sur de Ribera de Curtidores, hacia las calles al oeste: Mira el Río Alto, Mira el Río Bajo, Carlos Aniches...